Reflexiones en torno a la narrativa como proceso formativo
Narrative as a reflective practice in the formative process
Sonia Martínez Rubio
Instituto Superior de Ciencias de la Educación del Estado de México, México
mtz.rubio.s@gmail.com
Resumen
El presente artículo es resultado de mis estudios de doctorado en Ciencias de la Educación, durante los cuales desarrollé un trabajo de investigación en torno a lo que significa en la actualidad ser docente de jardín de niños, con el propósito de acercarme y comprender esta realidad a partir de la voz de las protagonistas. Tras utilizar el recurso de la narrativa, tanto desde el aspecto teórico como del metodológico, finalmente descubrí que esta es un proceso formativo que brinda la posibilidad de interpelar, interpretar y/o comprender tanto a uno mismo como a los que nos rodean.
En primer lugar explico los motivos que me condujeron a hacer las reflexiones aquí contenidas, así como la vinculación que existe entre el lenguaje y la narrativa; después doy una breve introducción a la misma y hablo de la narrativa como una forma de autocuidado; finalmente expongo unas breves consideraciones.
Palabras clave: narrativa, formación, educación.
Abstract
The present article is the result of my doctoral studies in education sciences, during the time I did my PhD studies I did a research, which explains what is it like to be kindergarten specialist nowadays, the purpose of the research was to understand the reality of a kindergarten teachers told by the protagonists involved in this activity. To carry the research study I used the narrative, in the theorical part, also as a methodological approach, however I discovered that the narrative itself is a formative process that allows the users the possibility to interpellate, interpret and understand oneself and the people around us.
This article first presents the reasons that led me to wards the reflections included, I also point out about the connection between language and narrative, later I make a brief introduction of it, finally I present a dialogue about the narrative as a way of self-practice, I end presenting some brief considerations connected with narrative.
Key words: narrative, training, education.
Fecha Recepción: Marzo 2015 Fecha Aceptación: Agosto 2015
Introducción
Pareciera que al realizar un trabajo de corte narrativo, este perdiera relevancia, como si lo que uno dice o piensa de las cosas y sobre lo que vive no fuera importante; no obstante, en la actualidad la narrativa permite explorar un sinnúmero de posibilidades para la investigación, la educación y la formación misma, toda vez que tiene el propósito de entretejer sentidos y comprender una realidad para, de ser posible, transformarla o al menos incidir en ella. Por tal motivo, me permito expresar y mostrarles algunas de sus bondades como proceso formativo, para lo cual comienzo por compartirles cómo me introduje en el mundo de la narrativa.
Descubriendo las posibilidades de la narrativa en el aula y en la investigación
Durante los años que laboré como educadora en el nivel preescolar, recurrí a diferentes formas narrativas que siempre resultaron del agrado de mis niños preescolares, ya sea con cuentos, poesía, narraciones de su vida cotidiana, entre otras muchas cosas, las mismas que se llevaron a cabo de diversas maneras. Al trabajar estas, siempre estuvo presente en mí el sentimiento de que había más cosas en juego que simplemente entretener o distraer a los niños y, por lo mismo, surgió la necesidad de encontrar otras maneras de entenderlas y abordarlas.
Poco a poco descubrí la importancia de estas actividades para el desarrollo de la identidad personal, las nociones del tiempo y del espacio, el lenguaje, la memoria, la imaginación, orden y sucesión…, entre muchas cosas más. Para ello, comencé a leer a Ricoeur, Cullen, Larrosa, Argüelles, Egan, Greene, por mencionar algunos, siempre con la firme intención de comprender con mayor profundidad mi hacer en el aula y, sobre todo, comprender a los pequeños con los que trabajaba para poder favorecer su desarrollo integral.
Años más tarde, para titularme de la maestría realicé un trabajo de investigación denominado “La narrativa: una forma de potenciar pensamiento en el niño preescolar”, el cual me trajo grandes satisfacciones y certezas, pero también varias incertidumbres, una gran curiosidad y la necesidad de continuar apropiándome de la narrativa a la par de ampliar mi visión sobre ella, tras reconocer que es un vasto universo que brinda otras posibilidades de acercarme a algunas realidades y comprenderlas, así como de conocerme y reconocerme como ser pensante, y de reconocer a los otros con los que comparto en el día a día en todos los ámbitos de mi vida.
Para este trabajo retomé, además de los autores mencionados, a Ricoeur y a Bruner, además me inicié en las lecturas de Bajtín, Zambrano, McEwan, Connelly, Clandinin y Rosiek. Estos últimos me permitieron descubrir a la narrativa como un enfoque metodológico, aunque reconozco que en esta investigación me faltó abordarlo con mayor profundidad. No obstante, me permitió valorar la experiencia como un eje central en todo trabajo de corte narrativo.
En el momento presente me encuentro en proceso de culminar un trabajo de investigación en torno a lo que es ser profesora de jardín de niños en la actualidad, denominado “Ser educadora desde las narrativas de docentes de educación preescolar: las tensiones entre lo establecido y lo vivido”, con la finalidad de conocer y comprender esta realidad a partir de la voz de las protagonistas, es decir, de las mismas educadoras, además de obtener el grado académico de Doctora en Ciencias de la Educación. Para ello recurro a la narrativa, tanto de manera teórica como metodológica. Durante el desarrollo de este trabajo en ocasiones algunas personas me han preguntado por qué elegí la narrativa y no otro enfoque teórico o metodológico; mi respuesta siempre es la misma: “porque la narrativa me brinda la posibilidad de formarme”.
Antes de adentrarnos en la narrativa considero pertinente hablar del lenguaje, puesto que este es inherente a la narrativa.
Lenguaje y narrativa
Los seres humanos somos lenguaje y por medio de él nos relacionamos con lo que nos rodea y nos comunicamos. Por lo general buscamos comunicarnos con otros, ya sean estos familiares, amigos, compañeros de trabajo o incluso desconocidos. Por medio del lenguaje expresamos ideas, sentimientos, sueños o anécdotas. “El lenguaje impone necesariamente una perspectiva en la cual se ven las cosas y una actitud hacia lo que miramos” (Bruner, 2014, p. 127).
Desde que el hombre apareció en el mundo buscó la manera de comunicarse con los demás, primero mediante señas, gestos, sonidos y dibujos, todo lo cual le permitió crear un sistema de signos que dieron paso a los lenguajes oral y escrito.
Recordemos que en el lenguaje oral la comunicación es cara a cara y permite hacer correcciones en el momento o buscar otras formas de transmitir a nuestro interlocutor lo que deseamos. En el lenguaje escrito esto se torna más complicado toda vez que, por un lado, implica procesos más elaborados para expresar nuestras ideas y, por el otro, casi nunca tenemos cerca a quien nos lee o a quien leemos para aclarar o aclararnos nuestras dudas. El lenguaje en general “representa además el medio específico del entendimiento” (1999, p. 229) humano con la construcción de narrativas.
Como ya es sabido, el hombre aparece como sujeto y objeto de estudio con las ciencias humanas o ciencias del espíritu el día en que “se constituyó en la cultura occidental a la vez como aquello que hay que pensar y aquello que hay que saber” (Foucault, 2010, p. 358), cuando comenzó a cuestionar su estancia y su hacer en el mundo. Las ciencias humanas o ciencias del espíritu nacen de la vida misma del hombre, a quien reconocen como un ser social que existe como totalidad y en su historicidad pues “los hombres son el resultado de la historia no solo en sus vestidos y en su conducta, en su figura y en su forma de sentir, sino también en el modo en que ven y oyen, que es inseparable del proceso vital social tal y como se ha desarrollado durante milenios" (Horkheimer, 2002, p. 35). Surgen así nuevas posibilidades para comprender al hombre y a su hacer en el mundo a la vez que aparecen nuevas narrativas sobre él.
Las ciencias humanas también definieron otras formas de vida, de trabajo y de lenguaje. Como sujetos nos creamos y recreamos en el lenguaje, por medio de él proyectamos el sentido de lo que pensamos para que los otros lo interpreten. El lenguaje es un eje central en la vida de las personas. En relación con esto, Foucault (2010) habla de las empiricidades, a saber: la vida, el trabajo y el lenguaje. Por su parte, Habermas (1999) menciona tres elementos principales en la vida del hombre: el trabajo, el lenguaje y la interacción. Para Zambrano (2007) hay una base fundamental del hacer humano que está integrada por el lenguaje, el trabajo y el deseo. En los tres autores encontramos el lenguaje, el trabajo y vida-interacción-deseo como ejes fundamentales con los cuales las personas podemos trascender y formarnos.
Al lenguaje lo podemos ver como aquello que nos permite escribirnos en el mundo, comunicarnos, tener un lugar, potenciar nuestro pensamiento, trascender. Con el trabajo podemos leernos, recrearnos y ser en el mundo, también nos permite lograr sus objetivos y satisfacer necesidades. Por último, con la vida-interacción-deseo (aunque cambian los conceptos, el sentido que les dan es similar) nos abrimos al mundo, a la experiencia, medimos nuestros límites, discutimos, nos pensamos, cuestionamos. En estos aspectos, el hilo conductor que permite entretejer y tejer entramados es precisamente el lenguaje. Con él damos cuenta de nuestra experiencia. Sin lenguaje no hay experiencia.
Entonces, el lenguaje le permite al hombre pensarse y pensar sobre lo que le rodea, dudar, cuestionarse, reflexionar. Pensamos con y a partir del lenguaje. No obstante, las formas de pensar han cambiado con el transcurrir del tiempo conformando las epistemes de cada periodo, entendidas estas como “el orden específico del saber, la configuración, la disposición que toma el saber en una determinada época y que le confiere una positividad en cuanto a saber” (Machado, 1990, p. 25); establecen en cierta medida lo que se puede pensar y lo que no se puede pensar a partir de las narrativas predominantes de la época.
Cada cultura tiene su propia episteme, a su vez los seres humanos tienen una mirada epistémica particular a partir de las experiencias cotidianas manadas de las diferentes dimensiones de la vida como la familia, los amigos o el trabajo. Todo esto permea y se refleja en sus narrativas.
¿Pero qué es la narrativa?
Un breve acercamiento a la narrativa
En el siglo XVIII nace el positivismo con el que se afirma que el único conocimiento válido es el científico. Sin embargo, parafraseando a Bolívar (2002), años más tarde se cambia a una postura interpretativa en la cual el significado de los actores se convierte en el centro de investigación, los fenómenos sociales se comienzan a entender como texto, y la narrativa se convierte en una forma de construir realidad, a partir de dar voz a protagonistas del hecho que observamos y/o investigamos, a lo que se denomina Giro Hermenéutico. Con este giro surge entonces la investigación narrativa como un paradigma emergente en la educación, contando ya con una larga práctica toda vez que se requiere conocer la voz de los actores; para este caso, los actores del hecho educativo.
Al hablar de narrativa, tal vez el primer teórico en el que pensamos es Paul Ricoeur, quien afirma que “Mirar lo que sucede como un acontecimiento invita a reflexionar, movernos en el tiempo” (2002). Todo ello con la idea de “ser” más que la de solo “estar en el mundo”. Como ya se mencionó anteriormente, la narrativa es lenguaje y como tal es un aspecto fundamental en la vida de los seres humanos, ya que además de permitirnos comunicar y expresarnos nos brinda la posibilidad de trascender.
El estudio de la narrativa es “el estudio de las formas en que los seres humanos experimentan el mundo” (J.Clandinin, 2000). “Estas historias vividas y contadas y la charla sobre las historias son una de las formas que llenan nuestro mundo de sentido… Es un encuentro con el otro o con los otros que, por un lado, transforma al investigador y a los actores del hecho participantes y, por otro lado, nos permite reflexionar lo que vivimos en la cotidianeidad y ampliar y/u otorgar nuestros sentidos y significados a lo que hacemos, a lo que vivimos a partir, claro está, de cómo lo percibimos y cómo lo experimentamos.
No solo estamos continuamente narrando para ordenar y estructurar nuestras experiencias de vida, también escuchamos diversas narraciones durante el transcurso del día y todos los días. Creamos narrativas para nosotros mismos y para los demás, acerca de nuestras experiencias, así nos comprendemos, nos recreamos y nos relacionamos. La vida misma puede considerarse como una narrativa dentro de la cual encontramos otras historias que dan cuenta de nuestro paso por el mundo. Las narrativas son punto de partida pero también punto de llegada, y de una narrativa pueden surgir una o muchas narrativas.
La narrativa como investigación es potenciar la experiencia, hacerla historia y como enfoque metodológico es la forma de construir, reconstruir y analizar los fenómenos, la experiencia como algo de lo que puedo reflexionar, aprender y comprender.
Tanto como investigación o como enfoque metodológico, la narrativa tiene sus antecedentes en los trabajos elaborados por Connelly y Clandin, Goodson, Huberman, Jackson, Zabalza, Berk, Burguess, Manen, Bolívar, entre otros.
Como se observa, existe un vínculo estrecho e inseparable entre la experiencia y la narración, toda vez que “la experiencia tiene que ser narrada, necesita del lenguaje de la narración, del lenguaje literario” (Mélich, 2012, p. 72). La experiencia como narración nos permite salir de la mismidad y centrar nuestra atención en aquello que resulta significativo a nuestros ojos y sobre lo que no nos detenemos a pensar y, más aún, nos lleva a comprender por qué algo nos resulta significativo. Es proseguir una historia, es decir, “comprender las acciones, los pensamientos y los sentimientos sucesivos en cuanto nos presentan una dirección particular” (Ricoeur, 2004, p. 252), a partir de los acontecimientos significativos vividos, ya sean estos placenteros o dolorosos pues “toda narración descansa en algún éxito o en algún fracaso importante de hombres que viven y trabajan juntos...” (Ricoeur, 2004, p. 254). Por lo cual resulta relevante conocer y reflexionar sobre nuestras experiencias mismas y sobre las experiencias de los otros.
Como todo narrar “es un narrar de algo que no es narración sino proceso de vida” (Ricoeur, 2004, p. 495), los docentes, al compartir nuestras experiencias dentro de nuestros espacios de trabajo damos cuenta de asuntos singulares con los cuales se pueden identificar otros docentes.
La narrativa como discurso es un acontecimiento en forma de lenguaje, el acontecimiento consiste en que “alguien habla, alguien se expresa al tomar la palabra y tiene que ver con la comprensión del significado que se le otorga al mismo… Es el fenómeno temporal del intercambio, el establecimiento del diálogo que puede entablarse, prolongarse o interrumpirse” (Ricoeur, 2002, p. 98); es decir, el motivo que nos invita a interpelarnos e interpelar a los otros con la intención de establecer un diálogo o de saber o descubrir más acerca de algo.
El discurso entonces “reclama un proceso cada vez más complicado de exteriorización respecto de sí mismo” (Ricoeur, 2002, p. 154) e invita a salir de la inmediatez para penetrar en la esencia de los fenómenos, reflexionar, alejarse de los prejuicios, mirar con otros ojos lo conocido; también es pensar de modo diferente, esto supone obligarnos a ver desde otra perspectiva las cosas y tomar distancia para reflexionar.
En relación a los discursos, Bajtín señala la existencia de dos géneros discursivos, uno primario o simple y otro secundario o complejo en el que se encuentran “las novelas, los dramas, las investigaciones científicas de todas clases, los grandes géneros periodísticos… y surgen en las condiciones de una comunicación más compleja (principalmente escrita)…” (1989, p. 13).
Por su parte, Ricoeur no hace esa referencia como tal, sin embargo, habla del discurso como obra y dice que se caracteriza por la composición, la pertenencia a un género y un estilo individual y hace que el discurso sea “una narración, un poema, un ensayo, etcétera” (2002, p. 101). Entonces, se distinguen dos tipos de discursos: uno poco elaborado y que tiene solamente un sentido comunicativo; y otro más complejo, que aparte de comunicar tiene la intención de abrirse a la reflexión, a la interpretación, la recreación, la imaginación, la creación de imágenes, entre otras cosas.
Bruner solo hace referencia a la narración y dice que la misma no se realiza nada más desde el “yo” de quien narra, sino que incluye también el yo de los otros, pues somos seres eminentemente sociales; no obstante, hace hincapié en que el “yo” debe mantener un balance, pues “por una parte, debe crear una convicción de autonomía, persuadirnos de que tenemos una voluntad propia… pero también debe ponernos en relación con el mundo de otras personas…” (2003, p. 113). De esta manera, toda narración es el intercambio de experiencias y espacios que compartimos con determinadas personas, en determinados tiempos y determinados lugares.
Asimismo, este autor distingue 2 modalidades de pensamiento, a saber:
Estos autores hacen alusión al menos a 2 niveles de narrativas, un nivel simple y otro más complejo pero otorgando valor a cada uno de ellos.
El narrarnos o narrar determinados sucesos nos permite comunicar y organizar nuestras experiencias no solo para dar cuenta de ellas, sino para establecer relaciones con los otros desvelando significados a partir de la realidad en que cada uno estamos inmersos y dotar de sentido lo que hacemos. “Mediante la narrativa construimos y reconstruimos nuestras historias, en cierto sentido reinventamos nuestro ayer, nuestro hoy y nuestro mañana” (2003, p. 130). Damos cuenta de lo que somos, lo que hacemos, lo que pensamos y cómo lo pensamos. Tiene que ver con el aquí y el ahora, mismo que está relacionado con el pasado y con el futuro.
Veamos ahora cómo la narrativa puede posibilitar la formación del ser humano.
La narrativa como proceso formativo o narrativa para sí
Al hablar de formación resulta un poco difícil no hablar de educación. Zambrano (2007) alude a que la educación y la formación “tienen sus raíces en la interrogante ¿Qué es el hombre? Dos conceptos que se implican tanto que a veces resulta difícil distinguirlos entre sí; sin embargo, cada uno tiene sus propias especificaciones como lo muestra el siguiente cuadro:
Educación |
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Formación |
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La educación es un proceso social que pone como núcleo principal al ser humano, los significados desde la perspectiva de cada uno, desde el punto de vista de los actores y sus prácticas. En cambio, la formación es algo espiritual y tiene que ver con la transformación de los sujetos al reflexionar sobre lo que son y sobre sus actos. Tiene que ver también con el dudar sobre lo que ve, sobre lo que le dicen, sobre lo que siente. Además, la formación implica a la educación, pero no siempre la educación supone formarse.
Dice Foucault (1982) que la idea de la formación del sujeto viene desde la antigüedad con la Epimeleia heautou-inquietud de sí mismo, el hecho de ocuparse de sí mismo, procurarse a sí mismo, momento del primer despertar, incitar a los otros a ocuparse de sí. El ocuparse de sí mismo, más que un acercamiento filosófico, es el principio de la conducta racional. Es el marco en el cual se funda el gnothi seauton-conócete a ti mismo, que es un “imperativo de prudencia, de no pedir en exceso”.
La inquietud de sí mismo es el reconocimiento del hombre como ser pensante, el conocerse a sí mismo es el reconocimiento del hombre como humano, no como un dios. De este conocerse, se desprende el “cuidado de sí mismo” que es una manera de ser y una actitud frente al mundo. Es también un reflexionar que implica a la espiritualidad concibiendo a esta como el conjunto de búsquedas, prácticas y experiencias que constituyen “no para el conocimiento sino para el sujeto, para el ser mismo del sujeto, el precio a pagar por tener acceso a la verdad” (Foucault, 1982, p. 33). Sin embargo, es menester tener presente que cuando se accede a la verdad, la subjetividad se transforma, ya no se puede ser el mismo sujeto. El ocuparse de sí mismo es un privilegio que en la actualidad poco se cultiva, pues tal pareciera que vivimos en la inmediatez. Cuidar de sí mismo requiere de tiempo y voluntad e implica formarse, comprenderse y buscar un lugar para ser en el mundo. Precisamente, para ese conocerse y cuidar de sí mismo está el discurso escrito como una posibilidad para transformarnos.
Zambrano (2007) alude a que la formación es narración de sí (la narrativa también entendida como discurso), al retomar la experiencia como texto y así recomenzar a partir de que nos vamos recreando y transformando en la escritura. Escribir es un acto que implica responsabilidad de lo que se dice, reflexión y toma de conciencia. Siguiendo a este autor, la narración en sí conlleva tres momentos en donde la formación se recrea, a saber: la partida, la búsqueda y el retorno; no obstante, la partida inevitablemente involucra la búsqueda.
Cuando algo llama nuestra atención en ocasiones dudamos y hacemos una pausa para cuestionarnos o cuestionar a la realidad, es como si nos detuviéramos en el tiempo. Para esto se vuelve necesario desprendernos de nuestras creencias y prejuicios. Al partir “dejamos algo de nosotros; lo que más amamos o más odiamos; toda partida es individual aun si se hace en compañía de alguien o con alguien” (Zambrano, 2007, p. 219), pues cada uno tenemos nuestra propia historia y forma particular de ser e interpretar el mundo. El partir nos invita a satisfacer nuestros deseos y nuestra curiosidad, a dudar y cuestionarnos sobre lo que vivimos. Una vez que partimos comenzamos a buscar indicios, respuestas a nuestras interrogantes o puntas de hilo (como lo expresa este autor) que nos lleven a lo que queremos, nos invita a movernos física e intelectualmente.
Después viene el retorno en el que se da la transformación pues no podemos regresar iguales que cuando partimos, porque entonces no habría formación. Retornamos para dar sentido e interpretar los acontecimientos. El sentido “marca la dirección de algo, es la esencia de ese algo dicho y escuchado en el diálogo… encarna la comprensión, es su finalidad última y genuina… es una condición esencial de la experiencia” (Zambrano, 2007, p. 146). Interpretamos, comprendemos y explicamos para dar sentido a nuestra vida. Plasmar la experiencia en un discurso escrito, partir, buscar y retornar nos permite formarnos para establecer relaciones de sentido y “ser en el mundo”.
Algunas consideraciones
La narrativa en lo general, y en la investigación en lo particular, es la base para que los sujetos nos podamos comprender en el mundo y para que podamos interactuar y comunicarnos con los otros. Es una forma, entre muchas otras, de acercarnos a una realidad para hablar del hombre mismo, de la sociedad y/o de los acontecimientos.
El acto de analizar y reflexionar sobre las experiencias docentes, permite reencontrarnos con la escritura, vista esta como un proceso formativo, pero más que nada, creativo y recreativo que implica responsabilidad sobre lo que se dice.
También nos brinda la posibilidad de identificarnos, reflexionar, dudar, confrontar y confrontarnos a la vez que ayuda a desvelar sentidos y significados para comprender nuestra realidad, en este caso la realidad educativa.
El ser humano siempre está en un estado de comprensión del mundo, tratando de interpretarse y/o comprenderse, es decir, en busca de conciencia de sí.
Como seres humanos que somos, siempre existe la posibilidad de reinventarnos y recrearnos en nuestro andar cotidiano, para ello la narrativa como formación implica una partida con un regreso diferente para cada uno de nosotros, ya sea transformados, renovados o con nuevas dudas, incertidumbres o inquietudes.
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