Herculine Barbin, un hermafrodita descrito por Michel Foucault
Herculine Barbin, a hermaphrodite described by Michel Foucault.
Juan Pablo Sánchez Domínguez
Universidad Autónoma del Carmen, México
jsanchez@pampano.unacar.mx
Resumen
Este trabajo expone en cada una de sus partes la presentación realizada por Michel Foucault alrededor del caso de Herculine Barbin, un hermafrodita del siglo XIX, quien a los 29 años se suicida después que el estado, la iglesia y la ciencia decidieran realizar reasignación de sexo, cambio de nombre y vestimenta.
Los discursos institucionalizados en está época que obligan a Herculine Barbin a decidirse sobre un sexo verdadero, van a producir efectos subjetivos importantes en este sujeto, llevándolo a redactar sus memorias. Las mismas que ponen en entredicho las formulas de verdad sobre lo femenino y/o masculino, dicotomía imperante aún en nuestra época.
Palabras clave: Intersexuales, Psicoanálisis, género, Herculine Barbin, Michel Foucault.
Abstract
This paper presents in each of its parts the presentation by Michel Foucault around the case Herculine Barbin, a hermaphrodite nineteenth century, who committed suicide 29 years after the state, the church and science decided to make gender reassignment , renaming and clothing.
Speeches institutionalized at this time requiring Herculine Barbin to decide on a true sex, will produce significant subjective effects on this subject, leading him to write his memoirs. The same that question formulas truth about the feminine and / or masculine dichotomy still prevailing in our time.
Key words: Intersex, psychoanalysis, gender, Herculine Barbin, Michel Foucault.
Fecha recepción: Octubre 2014 Fecha aceptación: Marzo 2015
Introducción
Michel Foucault, uno de los pensadores más destacados de nuestra época nos confronta en cada una de sus obras con un entramado de discursos que trastocan la realidad y el contexto en que fueron generados. Cada uno de sus escritos, sin duda hablan del autor e incluso pueden colocarnos frente a lo más íntimo de sí mismo, él mismo nos lo indica con las palabras siguientes: "uno debe confrontar lo que está pensando y diciendo con lo que está haciendo, con lo que uno es" (Miller, 1995), en este sentido, toda dedición investigativa que Foucault emprende dan cuerpo a cada uno de sus postulados, “Mis escritos fueron mis problemas personales con la locura, la prisión, la sexualidad” (Foucault, 2013). De este modo también nos deja entrever la implicación subjetiva que para él representa, cada caso, cada situación, cada tema.
El análisis de sus obras nos permite resumir lo que para nosotros representa su tesis más fundamental:
En cada sociedad la producción de un discurso está controlado, seleccionado y redistribuido por una serie de procedimientos que tienen como función conjeturar sus poderes y peligros, dominar el acontecimiento aleatorio y esquivar su pesada y temible materialidad (Foucault, 2009, 14).
Esta proposición nos permite entender con mayor claridad la posición lógico-crítica que el autor toma frente al descrédito de la verdad, frente a los mecanismos tendientes a callar, encubrir y suprimir lo diferente. Dicho en otras palabras, gracias a sus abordajes y bajo estas ideas Foucault logra explicar por separado el orden de cada discurso y el juego de poder presente en estos dispositivos destinados a silenciar lo infame en un espacio y temporalidad específico (Foucault, 1992). Él destaca en reiteradas ocasiones que la exclusión de lo diferente está sostenido mediante un sistema de verdad institucionalizada que actúa imponiendo un particular código discursivo mediante cierta dosis de coacción y violencia. Ésta estructura de discurso más allá de desaparecer se torna cada vez más imperceptible mediante el uso de mecanismos más sofisticados, solamente identificables si uno se sitúa en otra escala (Foucault, 2009, p.19).
Se trata ante todo de un artefacto de verdad que intenta resolver a como de lugar los limites entre lo normal y lo anormal. El énfasis histórico lo podemos situar a fines del siglo XV, es decir, que con la llegada del renacimiento se iniciaron todos los esfuerzos para la realización de una experimentación que permitiera un saber sobre los cuerpos (Sanchez, 2014b). A partir de esto, los caminos emprendidos al menos en occidente han tenido sus resultados, básicamente en lo referente a la diferencia y designación del sexo (Foucault, 2011).
En el caso que nos ocupa “Un misterioso hermafrodita del siglo XIX, Herculine Barbin” permite interrogar las consecuencias prácticas que trae consigo la puesta en marcha de ciertos discursos sobre otros, sobre todo aquellos destinados a la producción de un saber bajo la lógica de “un verdadero sexo”. Las memorias del misterioso hermafrodita establecidas por Foucault por primera vez en 1978 permiten leer los periplos que Herculine Barbin afrontó durante su corta vida en función de los avatares que le deparó la malformación anatómica de su “aparato reproductor” (Capurro, 2004). Por tal motivo, durante nuestro trabajo presentaremos las lecturas que en el contexto del siglo XIX se presentaron, los discursos que empujaron al misterioso “hermafrodita” a suicidarse a los 29 años de edad, después que el estado, la iglesia y la ciencia decidieran realizar una reasignación de sexo, cambio de nombre y vestimenta.
Desarrollo
Michael Foucault y los anormales
En 1975, bajo el dictado de su curso en el Collége de France Foucault analiza críticamente las tres figuras que para el constituyen el ámbito de la anormalidad. Confronta los aparatos jurídicos, los artefactos médicos y la maquinaria psiquiatrica que aunadas a una racionalidad propia del siglo XIX constituyeron la base de los mecanismos presentes en los sistemas normativos de la época.
El contexto en el cual se funda el pensamiento de Foucault hasta llegar al establecimiento del caso en 1978 está fuertemente ligado a otros casos, el cual no dudamos en reconocer a Pierre Riviére, un parricida del siglo XIX. En este caso el autor analizará las dificultades que el caso le deparó a los cientificistas encargados de juzgar el crimen . Nota entre líneas los agujeros y los conflictos irresolubles para poder declarar la responsabilidad criminal del parricida, los juegos de verdad sin sujeto hacen su aparición, la palabra del criminal queda fuera y es diluida por las discusiones medico-legales, tenemos: “Los médicos hacían su guerra entre ellos, contra los juristas, contra el propio parricida que les engañaba afirmándoles que se había hecho pasar por loco” (Foucault, 2009, p. 18). Se trata de un momento clave para la relación entre el corpus de la medicina y la justicia penal, es el punto donde se establece la lógica de una lectura por demás desarticulada y deshumanizada del homicidio en tanto acto humano. Ya no será la decisión del sujeto la que encierre dicho acto, de ahora en adelante se buscará en la anormalidad patológica la razón del crimen y su castigo (Sánchez, 2015). Pierre Riviére le permite a Foucault colocar los efectos prácticos de esta parafernalia científica, la misma que coloca su mirada en fenómenos por demás positivista y lo aleja del campo de la subjetividad humana.
Más tarde para 1975 bajo la producción intelectual de los “anormales” nos conducirá a pensar la anomalía y su funcionamiento alrededor del siglo XIX. Mediante el análisis de las tres figuras sobre las que se impone la nueva lectura de un saber sobre los cuerpos, desarrollará una fuerte crítica al andamiaje discursivo que empieza a destacarse a lo largo del siglo XVII para llegar finalmente a articularse en el siglo XIX, con la formulación de una nueva mecánica jurídica.
La nueva forma de racionalizar lo humano estará fuertemente relacionada con el problema de la anomalía, siendo el cuerpo para la nueva mecánica de poder un tapiz de códigos que requiere una lectura precisa que permita comprender la sinrazón de actos y hechos que atentan contra las leyes de la naturaleza y la sociedad. Para sostener su explicación Foucault antepone tres elementos que sintetizan la labor de todo este artefacto discursivo y que van a permitir colocar al sujeto humano en lo que finalmente se traduce en nuestra época como un sujeto patologizado. El primer elemento concierne a la noción de monstruo humano, que si bien se trata de un término jurídico en lo que respecta a la violación de las leyes sociales, por definición también será colocado en los terrenos del trastrocamiento de las leyes naturales. En otras palabras, se trata de un sujeto que por su condición física atenta contra los integrantes normales de una sociedad y por el otro, su nacimiento violenta las leyes de la naturaleza misma. Tal como se traduce, será el monstruo humano aquel que se encuentre paradójicamente entre las gravitaciones de lo prohibido y lo imposible (Foucault, 2011). Esta doble infracción no será la fuerza que haga inmemorable los casos de estos sujetos, sí el trastrocamiento que provocaron en los criterios de regulación de las entidades jurídicas, al menos eso fue lo ocurrido con los hermafroditas del siglo XVII y XVIII respectivamente.
La segunda figura a la que Foucault nos remite es lo que él formaliza como: el individuo a corregir es una noción que aparece específicamente en el siglo XVII y se desarrolla durante los cien años posteriores, su contexto de referencia es la familia y las instituciones con las que ésta interactúa socialmente, éste va aparecer en el apoyo brindado a la familia desde las instituciones publicas: escuela, iglesia, policía, etc.; Una de las condiciones propias de esta noción es el alto índice de aparición a diferencia de la rareza del monstruo humano, su presencia es del orden común, se encuentra en los limites no muy definidos de la anomalía, por tal motivo su existencia en el discurso cotidiano es recurrente apropósito de su cercanía con la llamada normalidad, pero que paradójicamente lo está también de la anormalidad. Por tal razón su identificación es difícil, al tiempo que conduce a diversas equivocaciones. Al tratarse de un individuo reconocible en lo inmediato por familiares y las otras instituciones nadie requiere de mayor evidencia para identificarlo como tal. En otras palabras, la familiaridad que se tiene con esta irregularidad exime ser comprobada por algún otro medio ajeno al testimonio cotidiano de los agentes con los que el individuo a corregir se relaciona, los efectos de esto será que nunca se podrá demostrar que el individuo es incorregible (Foucault, 1992).
Bajo estos esquemas de racionalidad sobre la noción: individuo a corregir vemos dibujarse cada vez y con mayor frecuencia una serie de mecanismos orientados al restablecimiento de estos sujetos, se hará empleo de todas las técnicas de domesticación provenientes de las instituciones de inscripción social, es decir, toda una maquinaria de poder sobre la recuperación y rehabilitación de los cuerpos, emergiendo de todo este proceso aquellos que a pesar de los procedimientos de corregibilidad permanezcan incorregibles (Foucault, 2011).
Siguiendo con esta lógica, tenemos que el surgimiento de los incorregibles establecerá un juego de verdad que traerá consigo para el siglo XIX una nueva nominación llamada individuo anormal. “El monstruo empalidecido, trivializado, banal y desdibujado que va a ser colocado en medio de un aparato de corrección y adiestramiento será el antepasado del anormal” (Foucault, 1992).
La tercera figura que nos permite representar Foucault es aquella que se sitúa en relación muy íntima entre la sexualidad y la organización familiar. Se trata ahora de una lectura de aquellos hechos acaecidos en el cuerpo infantil y puestos en juego al interior de la cama y el dormitorio; en este caso serán los padres, los hermanos, los supervisores directos aquellos que asuman la responsabilidad de atestiguar la nueva posición del niño al interior de su núcleo parental.
Esta nueva figura, el onanista será la consecuencia directa de las dificultades de la inteligibilidad de los individuos a corregir, ya no lo encontraremos como un individuo regularmente frecuente, ahora se ubicará en el contexto de la universalidad. Es una nueva noción que se revela como lo señalamos con anterioridad, en el ejercicio infantil de la sexualidad onanista. La racionalidad sobre el cuerpo estará sometida de ahora en adelante a la práctica de la masturbación, que si bien, se asume como universal está al mismo tiempo en los linderos de lo secreto, es decir, que de ésta práctica casi nadie sabe pero a su vez todo mundo asume que se ejerce (Foucault, 2011) . A partir de esta prefiguración universal la sexualidad onanista se constituye como la causalidad polivalente de todos los males posibles, es decir, ésta se instituye como la raíz de aquello que en el cuerpo del sujeto anormal carecía de lectura. Ésta será entonces la pieza final de la ciencia médica para confeccionar toda una maquinaria de verdad, aunque de principios lógicos enigmáticos pero con efectos destinados a excluir lo humano (Foucault, 2009). En este sentido, la nueva maquinaria patológica de finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX tomará el carácter sexual como la etiología de todos los malestares corpóreos (Foucault, 2011).
Podemos decir, que para el siglo XIX en su conjunto las instituciones destinadas a implementar la nueva maquinaria correctiva estarán enmarcadas en al menos dos impasses, en primer lugar, una ideología de la normalización de los cuerpos entendida como una violación a las leyes biológicas y sociales y en segundo, una etiología universal/sexual secreta y a su vez confusa que empuja al desfiladero de lo monstruo a todas aquellas singularidades de los cuerpos.
Hacia una genealogía de la mirada médica.
Para Foucault el interés del siglo XIX estuvo encaminado a la construcción de un saber y control sobre el cuerpo y de ello la sistematización de una maquinaria destinada a la corrección de lo considerado como anormal, el principio rector de este nueva forma de concebir lo humano se realizó en el contexto de una racionalidad medico-positivista (Foucault, 2001). Finalmente, lo que durante muchos siglos había estado por debajo del umbral de lo invisible a partir del siglo XIX ha quedado atrás, ha emergido un saber concreto que reduce la racionalidad sobre la sexualidad a su nivel más arcaico “haciendo aparecer bajo la mirada y en el lenguaje lo que estaba más acá y más allá de su dominio” (Foucault, 2001)
El siglo XIX fue testigo de la materialización etiológica que con el individuo a corregir no aparecieron, este sistema de “evaluación-diagnostica” con las herramientas provenientes del nuevo artefacto ideo-patológico se convirtieron inmediatamente en una matriz de “inteligibilidad” ensombreciendo el reconocimiento del posible revés de lo observado (Sánchez, 2014a). Bajo las circunstancias expuestas hasta ahora y aunado a una biología naciente sobre la sexualidad heredera de la racionalidad onanista veremos surgir una perspectiva sustancializada y natural de los sexos, colocando en el horizonte el problema relativo a uno verdadero. Para Foucault la noción de un sexo verdadero se cristaliza en un dispositivo que permitirá condicionar, fijar y coagular el acceso al placer en occidente (Capurro, 2004). Con esto, sólo se hablará de las identidades sexuales en dos polos: femenino y masculino, en otras palabras, se trata de una lectura rígida de los procesos subjetivos de sexualización por demás desiguales y complejos en el hombre y la mujer (Butler, 1999).
De la racionalidad médica.
Para Foucault, en lo que respecta a la racionalidad científica sobre los cuerpos, el siglo XIX estuvo dirigida al establecimiento de un biopoder con efectos disciplinarios y normalizadores (Peidro, 2013). En este orden, el saber médico se acondicionó para cuestionar, interrogar y desnudar todos aquellos cuerpos que muestren desde su mirada una anatomía equivocada, hasta encontrar de tras de los órganos el único y verdadero sexo (Capurro, 2004). Será en este punto en que los llamados hermafroditas reciban los más severos ataques. Se trata para decirlo con claridad que en los “desafortunados hermafroditas” la dinámica médica estará centrada en localizar y descifrar en esa anatomía confusa un sexo verdadero.
Nuestro autor señala que la propia ciencia médica tardó bastante tiempo en instaurar el hecho de que el hermafrodita tenia que sujetarse a un solo sexo verdadero, durante siglos anteriores al XIX sencillamente se admitía la coexistencia de dos sexos en estos cuerpos (Foucault, 1985), posteriormente y bajo la creencia que era imprescindible atribuirle a cada quien uno verdadero, el tratamiento y abordaje cambio drásticamente (Capurro, 2004)
Las teorías biológicas sobre la sexualidad, las concepciones jurídicas sobre el individuo, las formas de control administrativo en los Estados modernos condujeron paulatinamente a rechazar la idea de una mezcla de los dos sexos en un solo cuerpo y a restringir, en consecuencia, la libre elección de los sujetos dudosos. En adelante, a cada uno un sexo y uno solo. A cada uno su identidad sexual primera, profunda, determinada y determinante; los elementos del otro sexo que puedan aparecer tienen que ser accidentales, superficiales o, incluso, simplemente ilusorios (Foucault, 1985, p.13).
En los “anormales” Foucault reconstruye el camino que siguió el abordaje del hermafroditismo antes de la llegada del siglo XIX, siendo este siglo el punto de llegada en el cual finalmente se materialicen ciertos procedimientos médicos-jurídicos que permitirán establecer una nueva monstruosidad pero ahora con el matiz sexual. Opuesto al siglo XIX, sabemos que para los siglos XVI y XVII respectivamente, los hermafroditas no eran condenados por su situación de órganos yuxtapuestos, en algunos casos cuando se le reconocía su condición se le pedía que tomara la decisión por él sexo que para él fuera el dominante, posteriormente se tendría que conducir de acuerdo al sexo elegido, además de portar las vestimentas correspondientes y si en dado caso usara su sexo anexo, éste entraba en la orbita de las leyes penales y merecía ser acusado por sodomía (Foucault, 2011).
En otros casos la decisión de ser hombre o mujer estaba supeditado a los padres o padrinos, ya que estos al momento del bautismo tendrían que decidir que sexo querían para el recién nacido, en la edad adulta y antes de casarse éste podría mediante ciertos requerimientos legales ratificar o rectificar la elección sexual.
Siguiendo con estas ideas, Foucault describe el siguiente caso que permite entender con mayor detalle el abordaje de los hermafroditas antes de la llegada del siglo XIX, aún, sin toda la maquinaria medica normalizante. Citamos el caso del llamado hermafrodita Rouen de la siguiente manera:
Éste había sido bautizado con el nombre de Marie Lemarcis conforme fue desarrollándose decidió vestirse de forma masculina, además de casarse con una viuda madre de tres hijos. Denunciaron a Marie Lemarcis que en ese momento se hacia llamar Marin lemarcis y cuando se presenta ante los tribunales los primeros jueces encargan una pericia médica a dos médicos, un boticario y dos cirujanos, quienes no encuentran ningún signo de virilidad Marie Lemarcis es condenada a la horca y posteriormente sus cenizas son arrojadas al viento(Foucault, 2011).
Podemos notar que Marie Lemarcis recibirá castigo en la medida en que contraría la decisión tomada durante el nacimiento y no por su condición de hermafrodita. Si bien vemos ya establecida la relación de interdependencia entre la justicia penal y la medicina en este caso no advertimos todavía los determinismos sexuales, estos vendrán a establecerse en la medida que estos casos resulten irresolubles para la ciencia jurídica otorgándole paulatinamente a la medicina legal el poder para determinar y encontrar el verdadero sexo que se oculta.
El impasse del biopoder
Procuraremos resolver ahora el cuestionamiento sobre ¿Cuál es el fallo de estas racionalidades surgidas en el siglo XIX con respecto a la regulación y normalización de los cuerpos sexuados? Inicialmente nos encontramos ante una serie de artefactos tanto médicos como jurídicos, históricamente asentados en la idea de un solo sexo y de éste su correspondencia anatómica, introduciendo con ello la dimensión de “ambigüedad sexual” para abordaje de los hermafroditas. Gracias a esto la mirada medica alcanzó la dimensión legitimadora de la verdad objetiva que se revela entre lo que se observa y aquello que no se ve.
El caso de Herculine Barbin, llamada Alexina
El 8 de noviembre de 1838, nace en un pequeño pueblo Francés una supuesta niña que recibe el nombre de Herculine Barbin, quien será conocida dentro su entorno más íntimo como Alexina. A la edad de 21 años, mediante un proceso judicial es sometida a una reasignación de sexo donde será declarado como “muchacho”, obligándolo con ello a cambiar su estado civil y su forma de vestir respectivamente. Tiempo más tarde a la edad de 29 años decidió suicidarse al no poder sobrellevar su vida con esta serie de cambios (Foucault, 1985).
Éste caso habría quedado sumergido en las sombras del tiempo a no ser por el interés de Foucault por darle lugar a esas historias que fueron obligadas a ser calladas. En el establecimiento de Herculine Barbin al igual que en Pierre Riviére la labor de Foucault se ciñe a la función de secretario (Capurro, 2004). Es decir, se dedicó casi en exclusividad a extraer los archivos que por alguna extrañeza para él resultaban destacables, en nuestro caso se trata de una especie de diario dejado por uno de estos sujetos a los que la medicina y la justicia penal del XIX exigieron obstinadamente una identidad sexual sobre la creencia de un sexo verdadero. Nuestro caso permite sintetizar con bastante claridad los modos en que los discursos “científicos” de la época mediante una racionalidad que le es propia inciden sobre los procesos subjetivos jugados en la construcción de las identidades sexuales (Sánchez, 2014b).
De las memorias de Alexina Barbin
Como lo señalamos M. Foucault nos muestra a detalle una serie de recursos documentales sobre Alexina. Por primera vez en 1860 Auguste Tardieu publicó un artículo sobre el caso en los Anales de higiene pública y de medicina legal, es la misma fecha en la que Alexina es sometida a la reasignación de sexo y rectificación de su estado civil y pasa a llamarse “Abel” ya cuenta para este entonces con 21 años de edad. Esta primera referencia al caso surge de un informe realizado bajo el título: Cuestión de identidad; vicio de conformación de los órganos genitales externos; hipospadias, error sobre el sexo. Posteriormente, en 1869 en la Revista La anatomía y la fisiología del hombre, saldrá a la luz un artículo titulado: Estudio de un caso de hermafroditismo imperfecto en el hombre. Seis años posteriores a la muerte de Alexina en 1874, A. Tardieu publicará la única parte conocida de sus recuerdos, este volumen estaba precedido de otro elaborado en 1872 y presentado en los Anales de Higiene Pública. Al parecer Tardieu recibió el manuscrito completo de manos del doctor Régniert médico que certificó la muerte y practicó la autopsia (Foucault, 1985), sin embargo:
Él lo guardó, publicando sólo la parte que consideraba importante. Despreció los recuerdos de los últimos años de Alexina -todo lo que según él, no eran más que quejas, recriminaciones e incoherencias-. A pesar de las indagaciones, no ha sido posible recobrar el manuscrito que A. Tardieu tuvo entre sus manos (Foucault, 1985, 130).
Lastimosamente el criterio de Tardieu trae consecuencias en la aproximación al caso, en la medida que no permite acercarnos más extensamente a los últimos años de vida de nuestro hermafrodita ni a esas experiencias subjetivas ocurridas después de su reasignación sexual.
Tardieu estará interesado casi en exclusividad a encontrar detrás de esa anatomía “confusa” de los hermafroditas “el verdadero sexo” que le permita a la leyes establecer una identidad civil, procurando con sus estudios demostrar que el hermafroditismo es solo una cortina de humo que un examen clínico cuidadoso y exhaustivo no pueda resolver (Capurro, 2004). Podemos señalar que la propia época constituye para Tardieu el epicentro de su racionalidad como médico, contrariamente allí donde Tardieu encuentra no más que reclamos, a un investigador de la subjetividad humana le permitiría establecer con mayor claridad la forma en que Alexina expondría aún sin saberlo materiales importantes y singulares de su historicidad (Sánchez, 2014d).
Por último, la racionalidad científica presente en la medicina y la justicia penal del siglo XIX está atravesada por una lectura por demás positivista, se impone a cada uno de los casos por hermafroditismo criterios ideológicos basados en una normalidad heterosexual, se procura bajo una sola lectura objetiva el eclipsamiento de la subjetividad presente en cada una de las identidades sexuales que como en nuestro caso luchan por una identidad más allá de los géneros en disputa. Nuestras aproximaciones y observaciones con respecto a Alexina carecerían de vigencia y notoriedad si la problemática estuviera resuelta en nuestra contemporaneidad, sin embargo, los llamados “intersexuales” siguen siendo sometidos a severas intervenciones quirúrgicas y tratamientos médicos, la elección sobre qué sexo conservará el infante está sujeta a la decisión de los padres. Lo biológico y su correspondencia con el cuerpo físico sigue orientando el abordaje de las identidades sexuales excluyendo los principios de la subjetividad humana (Capurro, 2004; Sánchez 2014a).
Conclusiones
Nos hemos dedicado a lo largo de nuestra labor de escritura casi en exclusividad a la presentación del caso de un hermafrodita del siglo XIX, que gracias al rescate que Michel Foucault realiza de sus memorias, logramos extraer la problemática aún presente en nuestra época de los denominados “intersexuales”. Nuestra presentación posibilita aproximar al lector a Herculine Barbin, sus dificultades y peripecias ante las exigencias científicas de su tiempo a responder a una homogeneidad sexual. Marcamos muy someramente la condición a la que fue sometid@ y las consecuencias que para Barbin trajeron. Se puede entrever el carácter de irresoluble que le resultó la reasignación sexual y que finalmente l@ condujeron al suicidio a los 29 años de edad. En febrero de 1868 su cuerpo fue hallado sin vida y a un costado el manuscrito que cuenta los detalles de su sexualidad.
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